La crisis pone en duda el Salón del automóvil de Londres
Estos son tiempos de apretarse los pantalones. La afirmación anterior no es ningún axioma apocalíptico, es lo que se vive en el día a día. Y si en el plano personal ocurre, imaginémonos cómo puede ser en el institucional y gubernamental. Desgraciadamente sobrevive el más fuerte en esta lucha descarnada y en el caso de los salones internacionales del automovilismo el hecho es palpable.
La crisis económica mundial ha provocado que la ley de la selva se entronice. El recorte de gastos generalizados que se ha implantado en las firmas productoras de coches del mundo ha condicionado que estas dirijan sus miradas solamente hacia los eventos internacionales más importantes de este tipo. El salón de Londres, uno de los de más rica historia, padece con creces este problema.
Existen en el mundo eventos de automovilismo de impacto como París, Ginebra, Frankfurt, Detroit. Por simple ecuación matemática y por simple razonamiento de la vida, las firmas vuelcan sus esfuerzos hacia ellos y echan a un lado los otros.
Han sido tantas las ediciones canceladas (la última la del 2012) de este salón londinense que ya muchos se interrogan si continuará existiendo. Con carácter bianual, todavía el 2014 parece una cita aciaga. De hecho, la SMMT (Sociedad de Fabricantes y Comerciantes de Motor de Gran Bretaña), que se encarga de organizar el salón, tan siquiera se ha pronunciado al respecto.
Lo cierto es que una vez que el lugar se va perdiendo en la competencia es ya muy difícil recuperarlo, debido al acelerado paso de las tecnologías y de las leyes del mercado. Así que no nos extrañemos si el Salón de Londres pasa a la historia y el amargo sabor de la edición de 2008 es la que queda en el recuerdo de la gente.
En especie de réquiem por este desaparecido rememoremos grandes momentos en los más de cien años de historia que tuvo, como el lanzamiento del español Seat Ibiza Sport o del germano Coupe Opel Insignia.
